jueves, 3 de julio de 2008

Un Memorial Olivera con un sabor especial...


JUAN FRANCISCO OLIVERA


Para los que tuvimos la suerte de vivir la época de oro de Olivera, lo llamamos "Oliverita", no porque fuera una persona de fisico pequeño, sino para diferenciarlo de Alfredo Olivera (el gordo) quien fuera varias veces Campeón Uruguayo.
Juan Francisco lo conocemos defendiendo a un Club llamado "Don Pancho", después "Jaque Mate", en la calle Rondeau, en ese tiempo también existían clubes como "Caballo 3 Alfil (en el Café Tortoni, en 18 de Julio cerca del Obelisco), el Círculo Uruguayo (Residentes de 33 en la calle Yaguarón), el Círculo Universitario (en el Palacio Díaz), y por supuesto Nacional y Peñarol.
Oliverita fue mejorando su juego y a poco tiempo fue jugador de primera categoría (existían 4) y entones alternó con lo mejor de Uruguay, como el ya mencionado "Gordo", Lorenzo Bauzá (padre del ex Campeón Alejandro), Pedro Santos Isaían, Luisito Roux, José Luis Alvarez, Dienavorian, Isaín, Walter Estrada (por nombrar los más conocidos).
Aparecieron y desaparecieron instituciones y jugadores, pero Juan Francisco siempre estuvo en una situación de destaque, que lo llevaron en varias oportunidades a defender los colores patrios, como en "Los Juegos Rioplatenses" o la Olimpiada de la Habana (1966).
Fue un hombre que aparte de sus condiciones como ajedrecista tenía una bonomía que hacía que quienes lo conocieran lo apreciaran. El caso fue cuando en Mercedes "lo adoptaron" (al decir de un fuerte dirigente de esa zona), o cuando defendió a otras instituciones.
Pero al final de su vida optó por el Club Modelo, porque "tenía algo de familia" y donde se sintió muy cómodo.
Fue un hombre de un humor fino (quizá no tan directo como el de Estrada) y lo demuestra en una anécdota.
Oliverita competía en el Club Brasilero en la final del Campeonato Uruguayo cuando uno de sus admiradores, muy molesto por cierto, lo importunaba hablándole continuamente durante la partida. En un momento -cuando la posición estaba muy dificil para él, se levantó e invitó a "su hincha" a tomar un algo, pero no ahí, sino en un café que existia a una cuadra de distancia a donde fue.
Dejó pago dos cafés y al "amigo" y volvió al Club Brasilero a jugar, donde salvo el trance que finalizó empatado.
Eran época de un romanticismo especial dentro del ajedrez y Juan Francisco Olivera era un abanderado en ese sentido.

Pedro Lamas